Con toda sinceridad puedo decir que he conocido a pocas personas cuya sonrisa y jovialidad se transpira a flor de piel; interpretando que la preocupación o los problemas no representan perturbación alguna.
Era como si para él todo tuviera solución y fuera posible, aun sabiendo lo contrario, pues como todo mortal las penas también lo acompañaban.
Tenía esa gran virtud, entre otras, sí, porque era un hombre virtuoso, querido, muy querido por tantos, quienes lo admiramos siempre y no nos hemos cansado de lamentar y llorar su ausencia, pues, así prefiero llamarlo, nunca su pérdida, porque jamás lo habremos perdido.
Así recuerdo a Luis Molina Cebada, al artista, productor, director artístico, jefe de escena, maquillista, profesor, técnico dental, en fin…, al amigo, ese al que mi hija y él se decían : “ Cristina´´, por alguna anécdota que nunca averigüé; pero que sí supe los unió verdaderamente, como también me unió a él un sentimiento muy fuerte no solo de amistad, sino de gratitud, de respeto, de un agradecimiento infinito, que, tal vez ni él supo hasta dónde llegaba y lo que significaba.
Trabajador incansable
Él quien tantas galas, espectáculos, actividades y todo tipo de acciones culturales organizara y dirigiera para la Oficina del Historiador de esta ciudad, y con la que tanto colaboró incansablemente, ya no está, y por eso hoy se siente incompleta sin su presencia y cooperación.
Estoy segura pasarán muchos años y nunca será olvidado, pues su carisma trascendió los marcos profesionales para instalarse como una inmensa amistad en los corazones de un gran número de los trabajadores de esta institución.
Ese día llegará…
Las muestras de afecto y amor, a través de los diferentes medios y redes sociales que esta, su tierra, le propinó al saber de su deceso fueron innumerables, no solo por quien fue; sino porque la vida le fue arrebatada con muy corta edad y porque además, no se le pudo despedir como merecía y hubiéramos querido.
Cuando pasen los meses y ya todo vuelva a la “nueva normalidad”, los camagüeyanos ya sabemos cómo homenajear su memoria desde ese lugar que siempre fue para él lo que más disfrutaba, y mayor placer le proporcionaba: el escenario; ya fuera en un gran teatro o en una simple sala donde se presentara algún espectáculo.
Ese día llegará, y allí estaré, para rendir mi tributo de afecto y saldar esa deuda con el amigo, al que nunca le agradeceré lo suficiente la lealtad que me probó.