La vida, y hasta la muerte, de la camagüeyana Carmen Zayas – Bazán ha estado ligada a la figura de José Martí. Fortuitamente ambos recibieron su última sepultura el 30 de junio de 1951: ella, en el panteón familiar camagüeyano; él, en el Cementerio Santa Ifigenia de Santiago de Cuba. Su personalidad ha sido invisibilizada y convertida en objeto de análisis, en ocasiones desacertados, como mujer y esposa.
La infancia y adolescencia de Carmen transcurre en el seno de una familia de élite de Puerto Príncipe. Su padre, abogado y propietario del ingenio Monte Grande, de filiación política autonomista, parte a México en el año 1871. Allí, la hermosa y culta joven principeña conoce a Martí años más tarde. Luego contraen nupcias en la Catedral de México el 20 de diciembre de 1877.
La relación conyugal atraviesa por diferentes fases: momentos de felicidad, desasosiego, incomprensiones, reclamaciones… hasta llegar a la definitiva ruptura al solicitar al consulado español en los Estados Unidos de Norteamérica su salida hacia Cuba, auxiliada por Enrique Trujillo.
Los trabajos que pasaron Carmen y su hijo en Cuba son parte de la historia poco conocida de la camagüeyana. Su propia familia le niega la ayuda que como madre requería, y Martí tampoco pudo contribuir a compartir sus necesidades. Las cartas cruzadas entre ellos demuestran la crítica situación que tenían ella y su hijo.
Muchos estudiosos martianos, cuando analizan estas circunstancias -por una parte, Carmen reclama por el cuidado de su hijo y reprocha la actitud de su esposo, quien se encuentra volcado a los deberes públicos y el compromiso con la Revolución que organiza- no toman en cuenta el sufrimiento de una madre y la reprobación que ella vive por su familia que la juzga por las convicciones políticas de su esposo.
Al morir Martí, ella viste de luto toda su vida. Requiere ante el general Arderius, Gobernador General, el cadáver de su esposo para que fuera sepultado en el panteón familiar de los Zayas – Bazán, uno de los más importantes de la necrópolis camagüeyana, solicitud que le es denegada.
En La Habana transcurren sus últimos años, hasta que fallece al lado de su hijo José Francisco, el 15 de enero de 1928. Sus restos descansaron en el cementerio de Colón hasta el 30 de junio de 1951, cuando fueron trasladados para el panteón familiar en su ciudad natal. La prensa camagüeyana de la época solo le dedica una breve nota para dar las condolencias a su familia.
La capilla Zayas – Bazán fue remodelada en la década de 1940 bajo los códigos del art decó. Muestra un diseño escalonado de la fachada principal, con una labor de herrería y cristalería de fina factura. La investigadora Dr. C Adela García Yero refiere que es «uno de los más logrados en toda la necrópolis». Recientemente fue restaurada por la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey. Hoy denota sus valores artísticos y arquitectónicos.
Casualidades históricas han hecho que importantes mujeres camagüeyanas fallecidas fuera de su “patria chica” hayan sido años más tarde sepultadas en el Cementerio General de Camagüey, donde hasta el presente se le rinde tributo. Ana Betancourt, Carmen Zayas – Bazán y Amalia Simoni son parte de esas féminas.


