“Lo primero para un revolucionario debe ser el desinterés, lo que haga debe ser por amor, si no pierde su valor”. Así, con esa lección para la vida, iniciamos una conversación con la maestra de la Sierra: Luisa Álvarez Borges.
Esta inquieta revolucionaria tiene muchas historias que atesora con cariño, pero sin dudas, las que más la enorgullecen son las relacionadas a los maestros voluntarios de la Sierra Maestra, donde formó parte del primer contingente, al que llamó Fidel en 1960, además de ser fundadora de las Milicias y del Frente Femenino de Mujeres, devenido luego en la FMC.
Sobre su labor en las montañas orientales y los recuerdos de Conrado Benítez, Luisa tiene mucho que contar, por eso con sus memorias muy claras nos reunimos en la salita de su apartamento ubicado en el callejón del templador, donde fotografías, medallas y distinciones van contando su historia.
El inicio
Siempre fue una mujer muy atractiva, las imágenes hablan de la belleza y a la vez de la seriedad de aquella muchacha de 18 años, que subió a la Sierra para ayudar a desterrar la ignorancia de aquellas personas humildes y leales a la Revolución.
Con orgullo comenta que todos los milicianos de su batallón, creado en la escuela Normalista de Maestros, se fueron a alfabetizar a la Sierra. Conrado Benítez y su hermano estaban allá arriba, pero a Conrado lo trasladaron varias veces y fue cerca del Escambray su asesinato, un hecho lamentable pues tenía un corazón muy noble y justo, no merecía esa muerte, dice con dolor.
Sobresaltos
Luisa estaba en Palma Mocha como maestra, cuando intentaron matarla, pero los campesinos de la zona la avisaron y después de tres días de caminatas, llegó hasta Zagua de Tánamo, donde se quedó hasta que terminar su misión.
Otros sobresaltos y persecuciones la amenazaron luego. Así, un día normal de clases un oficial la perseguía con insistencia, para una supuesta entrevista…ella iba con sus alumnos de camino al aula y aunque estaba tensa, no demostró nada a los niños, pensó para sí: si muero aquí, morir por la patria es vivir.
Le dijo que estaba con los alumnos y que no podía atenderlo y parece que cansado de sus desaires el sujeto se marchó. Nuevos sustos aparecieron durante aquella etapa de maestra voluntaria en la Sierra, sin embargo esos días de la naciente Revolución, fueron para ella los más hermosos de su vida.
Una nota a Fidel
Con mirada de niña traviesa el rostro de Luisa se ilumina, rejuvenece y regresa a julio de 1959, para contarme de una nota que envió a Fidel.
La anotación decía: Hicimos como usted, entramos y triunfamos, el motivo respondió a que después de varios días de camino, al llegar al sitio donde hablaría El Comandante en Jefe desde la Sierra, para celebrar el primer 26 de julio después del triunfo, la seguridad no la dejaba acercarse.
Entonces la miliciana testaruda, con su brigada avanzó hasta él, quien ante la sorpresa y el revuelo…con la nota en la mano, solo respondió con una sonrisa, para aprobar que se quedaran.
Ya fuera en Palma Mocha, Zagua de Tánamo, o en sus muchas otras aulas, la impronta de Luisa y su entrega a la Revolución junto a las organizaciones femeninas y sindicales, han otorgado a esta camagüeyana, el merecido apelativo por el que la conocen todos: La Maestra de la Sierra.




