Es una mañana cualquiera, de camino por la intersección de las calles Teniente Cañón y Artola, en la barriada de La Vigía, un murmullo y muchas risas cómplices; invitan a detenerte ante un singular cartel: El Hogar de los Pitufos.
Así es conocido por lo vecinos y niños asistentes, este jardín de la infancia, que desde 2012 con la llegada del trabajo por cuenta propia, abrió sus servicios a la comunidad, por los queridos tíos: Roly y Celita, nombres por los que los llaman sus niños a la pareja de educadores.
Cautivada por la singularidad de la instalación, acogedora, con todas las comodidades y materiales educativos, no resistí la tentación de pedir permiso y acercarme.
El encuentro
Luego de pasar el filtro sanitario y un salón de espera, llegué al umbral del espacio central, manteniéndo la distancia entre las 12 pequeñas que revolotean por todo el lugar, fui recibida por Celita, que sin dejar de atender a todas las niñas a la vez, me mostró la instalación y permitió hacer algunas fotos.
Nuestra conversación quedaba para después de las 5.00 PM cuando ya se marcharan las pequeñas y pudiéramos intercambiar en calma.
Sección de fotos
Mientras intentaba hacer algunas fotos, acción que no se me da muy bien, pude impregnarme de sus rutinas. Cuando interrumpí con mi llegada, estaban en una actividad educativa y además de divertirse, memorizaban el proceso de la caña de azúcar en un central.
Roly vino a quedarse al frente de los juegos y Celita con gran devoción, amor por la enseñanza y orgullo por lo que logra con su labor diaria, me mostró sus materiales educativos, pancartas, juegos, medios de enseñanza y el sitial de honor de los héroes.
Mientras hacía mis fotos, Ainhoa vino a posar, no solo me pidió salir junto a los héroes, sino además llamó a Ana y luego se sumaron otras cuatro niñas, su alegría por tener visita era muy evidente. Para no seguir interrumpiendo, le prometí regresar y al despedirme, las 12 niñas rodearon a los anfitriones para una última instantánea, la que los dejará coloreando un lindo recuerdo de la infancia feliz en casa de esos tíos tan especiales.
Celia
La máster en Ciencias de la Educación Preescolar se llama Celia Recio Ortiz, dedicó 26 años de su vida laboral como directora de Círculos Infantiles, pero un problema de salud la alejó de las aulas y salones.
Su esposo al verla triste por estar fuera de lo que tanto la apasiona, que es enseñar y educar para la vida a los pequeños, le propuso abrir su Hogar de los Pitufos y desde hace una década ya han preparado a más de 80 niños. Hoy solo tienen niñas pero han tenido de ambos sexos, casi siempre.
Muchos de ellos ya están en la secundaria y vienen con alegría a saludar y mostrar su nuevo uniforme a los tíos. Eso los reconforta porque al verlos avanzar en su formación saben que su misión va más allá de cuidarlos, los prepara para su vida escolar.
Muchas historias tristes con final feliz han pasado por su escuelita, entre ellas la de un niño con trastornos en el espectro autista, que no socializaba ni con su familia; aquí logró integrarse y adquirir algunos hábitos de independencia para incorporarse a su escuela especial.
También recuerdan a una niña con trastornos del lenguaje, otra con marcada timidez y así una lista larga coronan su labor, la que se ve reconfortada al sentirse parte de esas familias y ser útiles en la educación de sus pequeños.
Roly
El profesor de historia, el tío Roly, es el esposo de Celia desde hace 30 años, su vida amorosa y laboral van rodeadas de juegos y travesuras, porque Rolando González es el encargado de enseñar historia desde edades tempranas a sus discípulos, para fomentar en ellos el amor a la patria.
Así cada día les habla del yate Granma, de sus expedicionarios y al menos ya pueden nombrar a cinco de ellos: Fidel, Raúl, El Chè, Camilo y Almeida.
También conocen los símbolos patrios, aprenden el Himno nacional y las figuras de la historia camagüeyana, de Ignacio Agramonte ya hablan, como un valiente mambí, que en figura ecuestre nos acompaña en el parque más lindo de la ciudad.
Insisto en que la figura es ecuestre porque ya una pequeña discutió con su papá, porque no dijo que El Mayor tiene una estatua sobre su caballo. El padre no conocía el término y le preguntó a Roly que significaba “ecuestre” orgullo para el maestro que logró aportar algo a la familia.
Mucho amor
Hemos pasado una tarde agradable, conversado y disfrutado de la energía que ponen estos tíos a la enseñanza. Su pequeño círculo infantil es una suerte de paraíso en el que comparten como una gran familia: cumpleaños, festividades locales, saberes y visitas de los distritos de Educación y Salud Pública, con los que guardan estrecha colaboración.
Me llevo la imagen más feliz de una familia que labora para educar al futuro de esta tierra, esos que no mienten ni esconden sus sentimientos, al rodarlos en un abrazo, que dice mucho de su amor y entrega.