Para un mambí todo lo relacionado a la patria siempre fue sagrado. Por eso hoy quiero acercarlos al camagüeyano que en su testamento dejó a sus descendientes el mejor de los tesoros: el honor.
Don Agustín de Miranda y Piloña fue coronel del Ejército Libertador, presenció el nacimiento de la Constitución de Guáimaro y todo lo relacionado a la Patria siempre fue prioridad para él.
Sobre sus historias hemos comentado acerca del esmero con que guardó el fragmento de ladrillo perteneciente a la casa de la constitución de Guáimaro, que lo legó a sus hijos y nietos como huella palpable de aquella histórica Asamblea.
El testamento
También fue el coronel Don Agustín de Miranda, quien, sin temor a la detención, se hizo cargo de los restos mortales de Joaquín de Agüero y Miguel Benavides, que aún yacían en la Sabana de Méndez horas después de fusilados; y luego los llevó al panteón de su familia para darles digna sepultura.
La bóveda cifrada con el número 98, en el campo santo de la iglesia del Sagrado Corazón, hoy Cementerio general de Camagüey, desde entonces y hasta hoy, guarda sus cuerpos.
En una suerte de testamento histórico, Don Agustín redactó a máquina todos los detalles del hecho, para sus hijos y nietos, allí los puso al tanto y pidió conservar la tumba.
Algo similar hizo con el fragmento de ladrillo. Redactó los detalles del objeto y la importancia de preservarlo para la historia.
Así reunió las rúbricas de: Federico Varona, Capitán del Ejército Libertador y de los testigos presenciales de la Constitución de Guáimaro, Ezequiel Ávila y Pedro Hernández. Adjuntó al documento de autenticación una copia hecha a máquina de los 29 acápites de aquella, la primera Constitución de la República en Armas.
Don Agustín
La encargada de guardar la reliquia y hablar de ella a todos sus herederos fue la hija de Don Agustín, Eva de Miranda; así nos cuenta con sano orgullo su nieta Noris. Sus 108 años de edad ya no le permiten el diálogo, por eso ella cumpliendo la voluntad familiar, nos buscó para compartir tan inusual testamento.
Dice que el abuelo era un hombre recto y de firmes convicciones, pero muy familiar y amoroso. Deseaba que sus descendientes tuvieran a la patria en el pedestal que él la colocó y como herencia les dejó el decoro plasmado con tinta sobre el papel.
Este secreto estuvo guardado en su familia, durante un siglo, pues desde el 27 de febrero de 1921 su abuelo había recogido esa “Reliquia Santa de la Patria” y desde antes para 1851 había contado en actas, lo sucedido con Joaquín de Agüero y sus compañeros.
Los documentos juntos en una misma carpeta, llegaron a nuestras manos, para conocer la valía del Mambí camagüeyano y lo sagrado de su testamento, pues no dejó dinero ni joyas, pero sí un hermoso mensaje de amor por la historia.