Un símbolo distintivo para los ferroviarios en el mundo es el uso de un reloj de bolsillo, asimismo, la presencia de un gran reloj en todas las estaciones resulta característico. A esta obsesión con el tiempo y la puntualidad, en la Ciudad de los Tinajones está ligada la figura de Nelson Artuñedo.
Este apasionado por los relojes y sus corazones, durante 60 años se ha mantenido en ese lugar que tanto ama: la inspección de relojes de la terminal de ferrocarriles.
Una tradición
Todo el personal que sale a trabajar debe sincronizar sus relojes con el máster de la inspección, justo a las 10:00 de la mañana, esa es una tradición ferroviaria que desde sus inicios se mantiene viva entre los trabajadores y de la cual Artuñedo es el responsable.
Una vida entera entre maquinarias diminutas y ahora alternando con los que llevan baterías, es muy hermoso, sobre todo si se disfruta tanto del trabajo. Fui testigo de su placer, pues al llegar tenía en las manos la esfera de un gran reloj de péndulo, el cual es de procedencia norteamericana y ha estado allí desde que llegó el ferrocarril a Camagüey. Artuñedo, con mucha paciencia y precisión, aún se afana en regresarlo a la vida.
Los secretos de cada maquinaria, desde hace 20 años los comparte con su sobrino José, que aunque no se encontraba allí cuando los visité, sé que también es apasionado por tan delicado oficio.
Para este querido y conocido relojero es un gran placer regresar cada mañana a su rinconcito y escuchar las campanadas de sus viejos péndulos, mientras reinventa piezas para mantener funcionando cada ejemplar marcador del tiempo, porque para Nelson ese sonido es música.