¿Qué si no nos entendemos? Claro, nunca nos entenderemos si de principios se trata, cientos de muestras hemos dado los cubanos sobre esto desde que tengo uso de razón.
Un ejemplo lo tenemos con el Pacto del Zanjón, que por estos días se cumplieron 143 años de su bochornosa firma.
Contundente y definitiva fue la Protesta que sobrevino a aquel documento, esa que un luminoso 15 de marzo se irguió como la propia palma real, sin doblarse, sin miedo a la altura, ni al viento o al sol; todo lo contrario, honrados y valientes representados por un hombre como pocos, con un corazón inmenso en el centro del pecho que jamás supo lo que era la traición a su pueblo.
Antonio Maceo, el Titán de Bronce, uno de los más ilustres cubanos de pensamiento y acción, ese fue su protagonista, ejemplo que nos debe guiar en cada una de nuestras diarias actuaciones como cubanos de hoy, de nuestros tiempos.
Allí bien explícito quedó que nadie nos doblega y mucho menos de esa forma.
Historias, sucesos, hechos, anécdotas, de todos ellos tenemos cientos que contar, pero hoy, tan cerca de otra inigualable fecha.
Quiero recordarla y unirla con el 24 de febrero de 1895, fecha preñada de patriotismo; día inigualable en que inició la Guerra Necesaria, día que se mal llamó Grito de Baire, y del cual la destacada historiadora Hortensia Pichardo profundizó, aclaró, y cito:
“…Hacer del heroico Baire el centro aislado o principal del levantamiento, sería desconocer que el 24 de febrero de 1895, como resultado de una sabia orientación táctica de Martí, lo que tuvo lugar fue, aunque no en la escala prevista y necesitada del proyecto martiano, un levantamiento simultáneo, con el cual el Delegado del Partido Revolucionario Cubano aspiraba a que la llama bélica prendiera en toda la Isla, para permitir que la Guerra Necesaria tuviera -como él solía decir-, la brevedad y la eficacia del rayo…”.
Y para suerte de los camagüeyanos, ese propio día, pero 102 años después se aprueba por el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros de la República de Cuba, a través de su Decreto 213, la creación de la Oficina del Historiador de la ciudad de Camagüey, institución cultural que posee dentro de sus disímiles funciones la de ” preservar la memoria material y espiritual de la provincia como expresión de la historia nacional, divulgándola y honrándola por todos los medios de difusión y por su acción continua sobre estos bienes de la nación y así contribuir a la educación patriótico-militar e internacionalista de los ciudadanos…”, labor a la que ha sido fiel y hoy puede exhibir resultados alentadores y cada día más halagüeños; gracias al tesón y abnegado trabajo de su colectivo laboral, desde los que tuvieron el gran honor de ser fundadores ,hasta los actuales, quienes sienten orgullo y admiración por ella.
Hoy, a la luz de los casi veinte años de haber sido parte de ellos y de continuar siendo su colaboradora incondicional, felicito a mi gente y me felicito a mí misma por pertenecer a ella, y por continuar defendiendo como aquel 24 de febrero, el imprescindible proyecto martiano.


