Amistad, divino tesoro, ante cualquier circunstancia

Foto: Cortesía de la autora
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Supongo debo haberlo conocido cuando yo tenía ocho o nueve años, y estaba en tercer grado en la Escuela Primaria José Luis Tassende. Su hermana y yo éramos compañeras de aula, y sí que ha llovido desde entonces…

Y digo haberlo conocido, pues no lo recuerdo de aquella época en que hasta visitaba su casa. Seguro fue porque tenía unos años más que nosotras y, desde luego no repararía en las amistades de la hermana, como a mí tampoco me interesaban sus parientes; solo nos ocupábamos en aquel entonces de estudiar y saber dónde vivía alguien que hacía unos zapatos de gamuza, calados, que se usaban, por aquella época.

El destino

Luego los caminos de aquella amiga y los míos se separaron, pues estudiábamos en lugares diferentes, y me fui de la ciudad a cursar mi carrera a la Habana. Sin embargo, a mi regreso la vida quiso nos volviéramos a encontrar para convertirnos entonces en compañeras de trabajo, pues habíamos estudiado la misma carrera: Historia; y laborábamos en el mismo Instituto Preuniversitario como profesoras.

Mi buena amiga Hilda Rosa Torres Betancourt, la muchacha voluntariosa y habladora que un día pretendió quitarse el segundo nombre e hizo lo indecible por hacerlo, pero no sé por qué causa no lo logró; y él, su hermano Rafael Torres Betancourt, Filo, como le llaman, y también apodaban a su papá.  Era él un talentoso y simpático músico, trovador de los mejores, quien siempre decía, y me gustaba cuando lo hacía:”… la trova sin trago se traba…”

Recuerdo que me cantaba cada vez que tenía una oportunidad ese tema que me fascina, pues soy gran admiradora de ese género musical, y en su estribillo dice:”…tranquilidad Juan Francisco, tranquilidad, que ese revolver que tú tienes no tira na, no tira na, no tira na, que ese revolver que tú tienes no tira na…”

Volvió así un acercamiento entre nosotras nuevamente y aunque dejamos el magisterio, fuimos a laborar al sector de la cultura, donde también coincidimos, con Filo; pues él se había convertido en un directivo de las Casas de Cultura del municipio y por tanto nos veíamos con frecuencia, para dialogar en no pocas ocasiones.

En la Oficina

Pasó el tiempo y la Oficina del Historiador de la ciudad nos volvió a unir a Hilda y a mí durante varios años. Trabajando juntas, hasta que ella se jubiló hace un tiempo.

Pero con Filo continúe también la amistad, y aunque hubo un período en que hasta distanciados estuvimos; un buen día volvimos a saludarnos y nos reencontramos en las fiestas de la década, donde es tan popular como pudiera ser un artista de los más renombrados.

Entre anécdotas, un amigo

De él guardo una anécdota, entre tantas, que ha resultado para mi muy emotiva que tal vez, él ni recuerde…

Fue cuando sufrí un accidente y me enyesaron una pierna por varios meses, entonces él muy amable se ofreció a llevarme en su bicicleta a donde yo necesitara, pues sabía que mi esposo no tenía y se nos dificultaba mucho la movilidad. En aquel momento no existían los bicitaxis y el medio de transporte fundamental era la bicicleta, que nos sacaba de buenos apuros y con las cuales atravesábamos grandes distancias; a veces hasta difícil de creer.

Filo y la Covid-19

Pues ese mismo Filo del que estoy hablando en días pasados, se enfermó de COVID-19, cuestión esta que confieso no sé cómo ocurrió, pues es de los que cuando llegabas a saludarlo lo hacía a una distancia prudencial. Con su nasobuco pertinente y ni con el codo nos topaba, porque es una persona disciplinada y muy precavida; pero bueno, la vida tiene esas casualidades y caprichos.

Todos los amigos nos preocupamos y con mucha razón, pues además fue operado hace solo unos años de un riñón y desde luego, esas coincidencias no son nada alentadoras ni compatibles con esta pandemia, todo lo contrario, eso hacía que tuviera mayores riesgos.

La noticia se expandió como pólvora y todos nos concentramos en función de saber de su estado, pendientes de los partes diarios que daban los médicos del Hospital Amalia Simoni, donde estuvo por más de 20 días en la Sala de Terapia Intensiva. Afortunadamente y gracias a su resistencia y a la dedicación incalculable del personal de salud que allí lo atendió, no hubo que realizar ni siquiera entubación.

Después de una gran batalla por la vida, venció la enfermedad; pero quedó una neumonía pertinaz y fuerte, que logró vencer también, pero ya en el Hospital Provincial Manuel Ascunce Domenech, de esta ciudad, en la Sala de Mínimo Acceso, habilitada actualmente para casos respiratorios.

De este sitio tengo innumerables recuerdos. Allí fui intervenida, hace unos años y la magnífica atención que recibí no se puede plasmar en tan solo unas cuartillas. Al personal que allí labora, encabezado por su enfermero, Jefe de Sala, Lic. Alexis Torrens Llanes, les caracteriza la entrega; no escatiman días, horas ni minutos para dedicarse por completo a sus pacientes. Con el amor y cariño conque trata a cada uno como si fuéramos parte de su familia.

De esa experiencia salió mi amigo victorioso, y hablando con el telefónicamente, como tantas veces.

Me comentaba lo agradecido que estaba de la atención recibida, y me lo decía con emoción verdadera; incluso me refirió unas palabras, que saben todos los que lo conocemos fueron sinceras y sin el mínimo atisbo de adulonería.  Su carácter de un fino humor e ironía no lo permiten:

“…te digo una cosa, yo soy un logro y un resultado de la medicina cubana…´´

Y así lo afirmamos nosotros también, que estamos seguros tendremos Filo Torres para rato, y seguiremos riendo con él en cada fiesta de la década de Albertico, donde anima y a más de uno de estos, sus amigos, que todos los días y de diversas formas apostamos por su vida; en estos tiempos de pandemia donde el amor, la amistad, el respeto y la disciplina deben primar en nuestra Ciudad de los Tinajones.

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